martes, 26 de octubre de 2010

Biografía escolar

Desde que me pienso me recuerdo dentro de instituciones educativas.
La guardería como espacio obligado frente a padres que trabajaban y que no contaban con familiares en Buenos Aires con quienes dejarme al cuidado. Según relatos de mi mamá, la misma fue un espacio duro, difícil. Me dejaba llorando y me encontraba de igual manera. Aún salida del espacio institucional la congoja me duraba un tiempo.

El jardín lo recuerdo como un lindo lugar, donde empecé a hacer amigos, a disfrutar con pares de una experiencia compartida, espacio de juegos y canciones, de dibujos y construcciones. Aún conservo una amiga de ese tiempo con quien teníamos la costrumbre en el recreo de recolectar chicles del suelo (que nuestras mamás no nos dejaban comer) y a quienes intentábamos hacer creer que nos lo regalaba un señor del jardín. Recuerdo la preocupación de ellas por ese asunto.
Los actos escolares, donde no era elegida para representar los papeles que me interesaban (ya que por ser muy tímida, ocupaba siempre lugares con menos protagonismo. Representando principalmente cuestiones contextuales, como ser, por ejemplo, el mundo de los vegetales: árboles, flores, etc).

El preescolar dependiente de una escuela pública antigua, compartía espacios con el área de primaria. Fue una etapa muy linda donde hice nuevos amigos.
Recuerdo mucho lo "edilicio", sobretodo el baño que compartíamos con los chicos más grandes. En lugar de inodoros había letrinas y se tiraba la cadena. Recuerdo mis temores de caer yo misma en ese pozo. Había que hacer un delicado equilibrio siendo uno tan pequeño.
La maestra de preescolar la recuerdo como una mujer seria, de carácter irritable, cero simpatía. A la distancia pienso como una mujer con esas características de personalidad se ocupaba de acompañar a niños de cinco años. ¿Estaría haciendo lo que realmente quería hacer a nivel profesional?¿ Se estaría por jubilar?. Uno desde el lugar de niño presentía que no quería estar ahí. O tal vez fuera mi percepción.

La primaria la arranqué con una pregunta dirigida a mis padres: ¿Cuánto faltaba para terminarla? (registro de la dimensión del tiempo escolar).
La escuela era pública y de jornada simple. Una construccióna antigua que tenía un sótano especial donde se encontraban exibidos objetos que parecían de museo: víboras embalsamadas, frascos de formol con insectos de todo tipo, casitas de hornero, distintos tipos de piedra, etc.
La atravesé en una época crítica a nivel político: "el proceso militar".
Recuerdo hasta quinto grado (dada esa condición sociopolítica), las pautas rígidas de lo escolar: en realción a cuetiones cotidianas como los horarios, las entradas y las salidas, la exigencia de absoluto silencio en tanto formábamos fila, el lugar protagónico de los símbolos patrios, los himnos, las marchas (sobretodo la de "las Malvinas") en todos los actos.
Pautas definidas en relación a la vestimenta (los niños: con pantalón gris, camisa, corbata y zapatos; las niñas: con pollera a la rodilla, medias tres cuartos, polera, zapatos. Las zapatillas sólo podían llevarse el día que hacíamos gimnasia). Frente a la caída de la dictadura, recuerdo como costó convencer a mi hermano (dos años menor que yo) que no era necesario ir al colegio con camisa y corbata, que podía elegir como vestirse.
La buena conducta controlada con la "amenaza", siempre presente, de permanecer parados en la puerta de la dirección (cerquita del director, que era para nosotros el peor ogro de todos los cuentos hecho persona). Su sola presencia en el espacio del recreo, generaba que nadie se atreviera a hablar o mover (versión espontánea del juego de las estatuas, pero sin música, ni la alegría propia de dicha actividad lúdica).
La manera rígida de transmitir los "contenidos" y su contracara: aprender de memoria lo enseñado por el docente. El docente ubicado en el lugar del "saber", el alumno desde una posición más pasiva, como receptor del mismo. A la manera de "tábula rasa", no había así espacio para la reflexión y el intercambio. La evaluación se tornaba dentro de este sistema como un istrumento de control y de poder.
En el último tramo de mi educación primaria advino "la democracia". Uno, desde el lugar de niño, sentía "otro clima" en lo escolar y lo social: Mezcla de alegría, libertad e independencia. Recuerdo que los maestros estaban más sueltos, más relajados, ya no estaba presente la rigidez de los primeros años. Las clases eran más participativas. Si bien en el transfondo seguía la lógica: docente que enseña- alumno que aprende.

El pasaje de la primaria a la secundaria fue un abismo. Primero intenté entrar a una secundaria pública, era por sorteo y como no tengo suerte en el juego hubo que barajar otras posibilidades.....
Ir a otra secundaria, privada, donde solo dos compañeras pasaban y donde la mayoría de los alumnos se conocían desde la primaria fue todo un desafío. Otro universo.
Fue todo un tema la integración al grupo, ya que la mayoría al conocerse establecían alianzas, tenían una historia compartida y uno debía abrirse camino y enlazarse.
recuerdo mucho a ciertos profesores de ese tiempo. Principalmente a la profesora de literatura de los últimos años , quien nos estimulaba en la lectura de libros de autores diversos (fundamentalmente latinoamericanos). Cuando no era un libro, trabajábamos algún cuento corto. Presentaba muy buen manejo del grupo y sus clases tenían una linda dinámica. Siempre trataba de hacernos pensar como analizar los textos sea desde preguntas disparadoras o de análisis del texto en cuestión. Fueron muy enriquecedoras sus clases. En ellas había un clima participativo. Nos dejaba hablar, dar opiniones e intercambiar ideas. Creo que mi interés posterior por la lectura de distintos autores fue causado por ella. como así también de mis dudas al final del secundario acerca de si seguir estudiando psicología o letras.
También recuerdo la otra cara: una docente de historia muy mala que nos tomaba lección oral todas las clases (captando uno su intención de incomodar y crear un clima de tensión). Se presentificaba aquí la evaluación en su dimensión de instrumento para encontrar lo que no sabe el alumno.
Nunca vi a a esta docente sonreir. Su presencia no inspiraba a nada. No causaba la lectura de sus textos. Lo único que sí lograba causar en nosotros era temor y espanto. Recuerdo de una compañera a la que tenía de punto, todas sus clases, sin excepción, iba formulada una pregunta hacia ella. Registro a la distancia un querer hacer pasar un "mal rato" a un alumno y me parece un horror como posición.
Sobre el final de la secundaria tenía que decidir que carrera seguir. Otro momento de mucha ansiedad e inquietud. Terminé yendo a una psicóloga que me orientó en mi búsqueda. Finalmente elegí estudiar psicología.

Tiempo del CBC, recuerdo que debía despertar super temprano, cursar los sábados, cada materia con nuevos compañeros...
La bibliografía me parecía infinita, inabordable, no me alcanzaban los tiempos que destinaba para estudiar. Descubrí que el secundario no me había preperado para eso: como leer un texto de muchas páginas, como extaer las ideas principales y otras exigencias por las cuales el primer tiempo de cursada lo viví con mucha angustia.
Fue la primera vez dentro de mi escolaridad, que me encontré con bajas notas, muy bajas. Estudiaba y no resultaba como esperaba. Un desastre.
Fue un tiempo muy movilizante. Hasta que atravecé los primeros finales y me fui acomodando a lo nuevo.
Recuerdo lo que algunos docentes decían en este tiempo:" si esto no es para ustedes, es mejor que dejen ahora..." Las palabras mucho no alentaban.....

Finalizando el CBC entré en la carrera de Psicología.
Un tiempo de aprender muchas cosas nuevas, conceptos que jamás había escuchado: ¿cómo pensarlos?. Recuerdo de este momento en particular la dificultad de la lectura de ciertos textos (sobretodo los psicoanalíticos), tener siempre a mi lado el diccionario y detenerme en la lectura para darle significado a los conceptos desconocidos.
En la facultad, en la mayoría de las materias, se repetía el modelo: docente que porta el saber- alumno que recibe eso transmitido, si bien se daba lugar a la participación de los alumnos.
La materia que recuerdo como cierta ruptura con el modelo de las clases expositivas fue Teoría de Grupos, donde desde distintas técnicas de trabajo grupal se intentaba abordar la teoría. Recuerdo la sensación de extrañeza de uno como alumno frente a las actividades planteadas por el docente. Salir del lugar de alumno sentado en un banco a la espera de su exposición, para ir ocupando otros lugares (esto, a veces, generaba tensión, risas e incomodidad).
Dentro de la materia, recuerdo mucho las clases de Marcelo Percia, docente con una mirada poética muy profunda. Lograba transmitir no solo contenidos, sino su pasión por lo que hacía, despertando en los alumnos el interés por lo trabajado en sus clases, que si bien eran teóricos presentaban la particularidad de que uno no se sentía obligado a ir.
Recuerdo algunas clases donde los docentes sólo se ocupaban de la lectura de textos, o de la transmisión meramente teórica, sin plantear ningún tipo de actividad para la apropiación del conocimiento. A otras clases donde con los compañeros salíamos más confundidos o mareados, que habiendo podido pensar algo de lo presentado por el docente (ej: explicación del esquema del peine por mi primer docente de psicoanálisis). Eran clases donde te retirabas con la sensación de tener una enorme dificultad para comprender lo que ahí se exponía. A la distancia pienso que sería muy necesario pensar una didáctica de la transmisión del psicoanálisis, sobretodo para alumnos que recién toman contacto con el mismo al entrar a la carrera y poder pensar cual sería la mejor manera de trabajar los conceptos teóricos en cuestión.

Luego de un largo andar me recibí. Tiempo de salida al espacio laboral. Rendí el examen de residencias-concurrencias y adjudiqué para trabajar en el Hospital Torcuato de Alvear. A partir de ese momento empecé a transitar un camino por distintos espacios conectados con el área clínica.

Al cabo de doce años de recibirme inicié el profesorado, motivada por el deseo de seguir formándome para incursionar en otra área: "la educativa".
Todo un desafío: otros discursos, textos nuevos, autores que no había trabajado en otros espacios. Modalidad de trabajo en el aula y de evaluación novedosas.
Entré con una idea: que iba a ser sencillo, que tenía que rendir las materias pedagógicas.
Voy arribando a otra: que tiene una complejidad, una exigencia de trabajo, una búsqueda de implicación de uno como alumno que no encontré en otra instancias de formación.
La sorpresa es grata y la apuesta es doble.